Tamaño: 165 ×200 cm Año: 2022 Material: Lona, técnica mixta
En las pinturas de Almudena Tapia vemos la imagen de un cuenco, que nos hace reflexionar sobre la ciclicidad de la vida y la muerte. Este cuenco es un símbolo de aceptación de lo inevitable y un depósito de recuerdos. Nos recuerda que la muerte no es un final, sino más bien un umbral, una transición, una parte del ciclo eterno del ser.
Cuando perdemos a seres queridos, nuestro dolor y lágrimas reflejan la profundidad de nuestros sentimientos, nuestro amor y apego, no los de quienes se han ido. Nuestra aflicción, nuestro dolor, es parte de nuestro propio ego, de nuestro apego al mundo físico.
Al aceptar la muerte como una parte integral de la vida, encontramos paz y nos permitimos seguir adelante. Esto no significa que debamos borrar de nuestra memoria a quienes hemos perdido, en cambio, debemos darles un lugar en nuestros corazones, en nuestra alma. No es un adiós, sino una nueva forma de convivencia, donde la memoria y el amor continúan viviendo.
"La muerte es un ciclo", nos dicen estas obras, instándonos a aceptar la naturalidad de este proceso y a encontrar consuelo en el movimiento infinito de la vida, que continúa avanzando, entrelazando el principio y el final en una espiral infinita de existencia.