Estas obras, que se despliegan en tonos profundos de azul y aguamarina, son arte en su expresión más pura, a la que cada uno debe dar su propio nombre.
Como en el momento del nacimiento, cuando sabes quién va a nacer, cada mirada a estas obras trae un nuevo descubrimiento, una sensación de imprevisibilidad.
Estas obras son una invitación a la percepción personal, a un diálogo interno sobre lo que resuena en el alma. Al mirarlas, cada persona descubre algo propio: algunos ven la calma del mar o las profundidades del océano, otros ven destellos de aurora boreal o un misterioso bosque. Al final, la asociación de ideas se convierte en un reflejo del mundo interior, un reflejo del sueño o la melancolía, la alegría o la esperanza.